7. Buenos Aires III (hacia el amor)
Durante un año entero mi abuelo Antonio compró el suplemento del diario Clarín del domingo para armar una enciclopedia de tapas duras que me regaló el día que empecé el secundario. La hizo encuadernar, me la dedicó con fecha y firma –tenía una letra limpia, estirada- y le pidió a mi abuela que usara su talento para reciclar papeles de regalo. Al abuelo se le ocurrió que cada vez que buscara una palabra le hiciera una marquita o una cruz al lado con lápiz, así podía llevar un control de mi memoria y de la cantidad de palabras que iba aprendiendo. Usé este sistema hasta que vinimos a Iowa. Googlear me hizo perder una parta del proceso. Extraño la forma analógica en la que él y yo hacíamos las cosas.
Mi abuelo Antonio me enseñó a caminar. A andar en triciclo y en bicicleta. A patinar. A manejar. A jugar a la escoba de quince. A cruzar la calle. A no cantar en la mesa. A rellenar cartuchos colorados con pólvora. A hacer sándwiches con manteca en lugar de mayonesa. A hacer sumas mentales. A pelar las manzanas en una sola tira encaracolada (aunque a veces no me sale). A contar bien el vuelto.
*
Romanticismo: movimiento cultural originado a finales del siglo XVIII como reacción revolucionaria contra el Racionalismo y el Neoclasicismo, que confiere prioridad a los sentimientos. Manera de sentir y concebir la naturaleza, la vida y al hombre que favorecía la conciencia del Yo como entidad autónoma, la valoración de lo diferente, la originalidad, el liberalismo, la creatividad, la nostalgia, la exaltación de lo instintivo y de lo sentimental, la superstición y el amor libre.
*
Estuve en Chicago por primera vez. Apenas puse un pie en el centro de la ciudad me acordé de cómo era vivir rodeada de edificios: los extrañaba. Extrañaba sentirme parte de un mecanismo inquieto e imponente. No se parece en nada a Buenos Aires, y sin embargo supe como moverme. De la pecera al mar. Me la pasé con el cuello estirado. Chicago es un panal de rascacielos resbaladizos y elegantes. A los de metal en los que se refleja el sol naranja de la tarde los llamé wasabi. En Chicago todo es plateado y azul. Chicago es geometría exacta.
Ahora estoy en Detroit por subirme a otro Delta que me lleva a Atlanta. Mañana: Argentina. Decidimos volver a casa para casarnos otra vez, ésta celebrándolo. Qué lindo suena mi país: Argentina. Ahora en Iowa las hojas están amarillas, naranjas, magenta. Algunos árboles van perdiendo su tintura por partes, de un lado todavía se les ve el verde y del otro el naranja se va abrazando a las hojas de a poco, pero con furia de epidemia.
*
En Buenos Aires me espera mi primer libro editado. Lo imprimió Vittorio, un imprentero italiano instalado en San Telmo. Siempre me llamó la atención la división de barrios en las ciudades grandes, ¿qué hace un italiano en la zona de adoquines y tango porteño? Yo siempre fui de las privilegiadas que viven en el centro. Por eso estoy acostumbrada a que mis amigos vengan a mí en lugar de ser la que se traslada. Anoche nevó en Iowa pero ninguno de los dos estaba para verlo. Cuando volvamos será al frío de verdad. En Buenos Aires hay sol y empieza a hacer calor. Vuelvo a encontrarme con el paisaje de la ventana de Juncal 1230: mi primer casa en esta ciudad hace 10 años. En este departamento lloré la muerte del padre, -que en mi caso fue mi abuelo-, que al irse nos dejó libres, a mi padre y a mí, para encontrarnos de una puta vez. Acá también lloré mi primera desilusión de amor. Hoy soy otra. Mi versión anterior sigue ahí, como un sedimento baboso que se pega a las paredes, pero hay más. Hay mucho más.
*
Me despierto en la mañana del día de mi casamiento: 27 de noviembre de 2016. Impar. Primavera. Viernes. Llueve desde la madrugada. Mis sueños me habían dicho que en este día llovería así, con violencia, con relámpagos, con tormenta. Según Google un matrimonio sellado en un día de lluvia es un matrimonio sólido y fértil. Amo la lluvia de verano. Son las 8 am y no puedo seguir durmiendo. Me intento levantar y él se da vuelta para atraparme, nunca estuvo tan lindo. Se ríe dormido. Bajo a abrir la ventana para escuchar el agua. Voy a hacer yoga.
Hoy canto mi primer mantra.
Oṃ bhūr bhuvaḥ svaḥ
tát savitúr váreṇ(i)yaṃ
bhárgo devásya dhīmahi
dhíyo yó naḥ pracodáyāt
Adoremos la supremacía del dios sol, la buena cabeza que ilumina todo, que crea todo, del cual todos procedemos, al cual todos volveremos, a quien invocamos para que guíe el despertar de nuestro entendimiento hacia su lugar sagrado.
Hoy elijo mi versión dorada de Helios.
Que mi luz de luna siga haciendo brillo de plata durante el resto de mis noches.