6. Oda al cuerpo
Busco en Google la definición de Magma.
Magma (del latín “pasta”) son las masas de rocas fundidas del interior de la tierra. Cuando la mezcla de los líquidos y sólidos del magma se enfría, sus componentes se cristalizan y forman rocas ígneas que pueden ser de dos tipos: si el magma cristaliza en el interior de la tierra, se forman las rocas plutónicas; si asciende hacia la superficie, la materia fundida es lo que conocemos como lava, que al enfriarse forma rocas volcánicas o efusivas.
La lava es magma que asciende por la corteza terrestre y alcanza la superficie. Cuando sale, suele tener una temperatura de entre 700 y 1.200 º C. Es 100.000 veces más viscosa que el agua, pero puede recorrer largas distancias antes de solidificarse.
En el año 79 el Vesubio explotó y Pompeya quedó enterrada. Ahora hay termas. A pesar de que en 1999 viajé en un tour por Italia y paramos a sacar fotos morbosas de los cuerpos vueltos piedra, mi abuelo Dante siguió firme en su convicción de que el centro de la tierra no es de roca fundida: para él la tierra era hueca. Trató de convencerme. Me explicó cómo en su parte interna la tierra estaba habitada por civilizaciones avanzadas, -los llamó intraterrestres- que podían entrar y salir de su casa-vientre a través de ciertas aperturas ubicadas en los polos y de variedad de túneles, pasadizos secretos y puertas oceánicas desparramadas por el resto del mundo. Estaba convencido de que el Triángulo de las Bermudas era uno. En su visión maternal de la humanidad, mi abuelo creía que los ovnis venían desde adentro. El Dios de su teoría era Richard E. Byrd, un aviador yankee que quiso ser el primer hombre en llegar al polo Norte. Byrd juraba haber visto un mamut lanudo en contraluz y luego, ya dentro de la Tierra, haber tenido una conversación con un intraterrestre que le sugirió difundir el mensaje de que la humanidad debía concentrarse en buscar la paz en lugar de la guerra. Mi abuelo era ateo (del latín athĕus: sin dios/es), pero tenía una fe (del latín fides: diosa de la confianza) ciega en las teorías alternativas del funcionamiento del universo.
Según Google las personas ateas e irreligiosas son menos prejuiciosas, nacionalistas, antisemitas, racistas, dogmáticas, autoritarias y etnocentricas que las que pertenecen a una religión y en los estados de USA con mayor porcentaje de ateos, la tasa de asesinatos está por debajo del promedio mientras que en los estados más religiosas está por encima.
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Adoro esta nueva vida física que estoy teniendo. Le digo a todo el mundo que soy esposa, saludo a los perros de mis vecinos y a nadie le preocupa que ande por ahí manejando una bicicleta. Me muevo por la propulsión de mi propia fuerza. Y puedo ser veloz como hoy, que mi dragón metálico y yo le ganamos una carrera a la tormenta. En Coralville, donde empecé a pedalear, llovía. Quise probarme. Quise saber si podía dejar de ser un molusco medúsico que reposa y mira. Y fuimos feroces, mi dragón y yo que con viento a favor cruzamos el camino gris de estacionamientos vacíos, galpones brillantes y anchas avenidas sin verde para llegar a casa donde todavía hay sol. Recién en este párrafo empieza a llover. Ojalá sea una tormenta con truenos, adoro los truenos. Me hacen pensar en una furia originaria como la de la lava o de un remolino de mar. Amo la necesidad de protección que me crece cuando hay tormenta, que da permiso a interrumpir lo cotidiano y libera la excepción. En esos días quisiera vivir en el bosque. Armar un fuego en la chimenea, correr por la casa enorme de madera que suena, tomar vino, comer chocolate, hacer el amor. Ver todas las Star Wars. Andar descalzos por la madera y la alfombra del piso de la casa del bosque que nos protege de la tormenta mientras los árboles afuera bailan, se desesperan por el movimiento brutal, tan extraño en sus vidas atadas al suelo. Como cuando hago el árbol en yoga que siento que la columna se me vuelve tronco que crece y a mis brazos le nacen ramas y plumas, plumas como hojas violentas que explotan de lava.
Qué linda mañana. Mi cuerpo fue rey.
